Las motivaciones espirituales para emprender El Camino fueron siempre, por la propia esencia de la peregrinación, fundamentales: cumplir promesas propias o de un tercero, expiación de pecados, sanación de alguna enfermedad, petición de una ayuda concreta, acción de gracias o mera devoción al Santo.
El verdadero espíritu de peregrinación de la mayoría de quienes emprendían el viaje a Santiago, se asentaba sobre la austeridad y el sacrificio, de manera que vivían de la caridad de los vecinos de los lugares que atravesaban, aunque no siempre eran bien vistos:
Retírate peregrina, retírate un poco más,
que para pedir limosna bastará desde el portal.
Los archivos históricos nos revelan otras muchas causas que empujan al peregrino en su caminar: cumplir mandas testamentarias, en las que se imponía a los herederos la obligación de peregrinar en beneficio del alma del difunto, o buscar otras personas que lo hicieron en sustitución de los designados. Había pobres que se ganaban la vida peregrinando por otros.
El peregrinaje podía ser impuesto por una autoridad eclesiástica por razón de adulterio, robo o asesinato, por citar sólo algunos ejemplos. Incluso, en ciudades que habían padecido alguna calamidad pública, las autoridades enviaban peregrinos en representación de todos los ciudadanos.
En otros casos la peregrinación permitía eludir obligaciones militares, pues se anteponía el aspecto religioso a la obligación de servir al rey.
El Camino tenía, y tiene, para otros connotaciones de disfrute de la naturaleza o del arte y la cultura, pues al recorrer gran parte de Europa y atravesar España de oeste a este, lo hacían, y lo siguen haciendo, por espacios naturales esencialmente diferentes, salpicados de puentes, fuentes, cruceros, monasterios, austeras capillas y ermitas, suntuosas iglesias, catedrales y otras construcciones, depositarias de innumerables obras de arte, la mayor parte de ellas surgidas como expresión de las creencias de sus artífices, de su espiritualidad y la de quienes ordenaron su realización.
Podría decirse como resumen que el arte románico español de los siglos XI y XII se desarrolló bajo el influjo del significado de las peregrinaciones a Compostela.