Desde el descubrimiento del sepulcro del Apóstol se han elaborado numerosas guías de viaje para los peregrinos, pero ninguna tan importante como la primera: el Codex Calixtinus.

Pese a su importancia histórica, la difusión popular sobre su existencia y contenido se produjo a partir de su desaparición del Archivo de la Catedral de Santiago en el mes de junio del año 2011; un año después el códice apareció y el autor del robo fue procesado y condenado. En la actualidad se sigue conservando en el Archivo de la Catedral, si bien con un acceso sumamente restringido.

El calificativo de Calixtinus se explica por el hecho de que vio la luz durante el papado de Calixto II (1129-1134); también se conoce como Liber Sancti Iacobi.

A partir de su aparición se constituyó en manual o guía de ayuda práctica para los peregrinos, mediante sucesivas reproducciones realizadas en los monasterios por pacientes monjes.

Según los numerosos expertos que lo han estudiado, a la vista del contenido habría que atribuir su autoría a varias personas; teoría compatible con la existencia de un único compilador. Parece haber cierto consenso en atribuir el trabajo de compilación y edición final al monje benedictino francés Aymeric Picaud; incluso son muchos los que le atribuyen la autoría de una parte, concretamente del Liber Peregrinationis, pues de su texto se deduce claramente que vivió personalmente la experiencia de la peregrinación a Compostela. 

Consta de cinco libros: liturgia, textos dedicados a la veneración de Santiago, sermones, formularios litúrgicos, …; libro de los milagros; traslación del cuerpo del Apóstol desde Jerusalén a Galicia; las conquistas de Carlomagno; Guía del peregrino, una auténtica guía de viaje y ayuda a los peregrinos, en la que se comprueba que en el siglo XII acudían a Compostela peregrinos normandos, escoceses, irlandeses, teutones, bávaros, ingleses, bretones y noruegos, entre otros.

En la actualidad, el Camino Francés sigue el mismo itinerario que aparece en el Codex, con las dos vías de entrada en España por Roncesvalles y Somport, que se unifican en Puente la Reina para continuar hasta Santiago.

Ofrece una clara idea del espíritu que debe guiar al peregrino:

El peregrino no puede llevar consigo ningún dinero, excepto para distribuirlo entre los pobres a lo largo del Camino… Los peregrinos deben tener todo en común y viajar juntos con un solo corazón y una sola alma.”