El botafumeiro es un popular símbolo jacobeo, cuyo vuelo fue motivo de atracción para los peregrinos de cualquier época. Es un elemento litúrgico utilizado en determinadas celebraciones religiosas, dentro del cual unas ascuas queman incienso, como muestra de purificación.

Resulta evidente que al no haber ninguna referencia en el Codex Calixtinus al gran incensario, su origen más probable sería la segunda mitad del siglo XII, aunque no hay certeza. Su función era eliminar del templo los malos olores provocados por la acumulación de peregrinos. Para moverlo, se utilizaba un juego de poleas, que en el año 1200 se sustituyó por un sistema de rodadura que facilitaba el desplazamiento lateral.

La primera referencia escrita sobre su existencia procede del testamento otorgado el 20 de junio de 1276 por el cardenal Lorenzo Domínguez, se hace la siguiente observación:

“…candelabro quod pendet inter chorum et altare Sancti Iacobi…”,

lo que revela su funcionamiento en ese momento.

El sistema actual que genera su desplazamiento lateral por el crucero del templo, tiene su origen en el año 1602, cuando el cabildo adoptó el acuerdo de encargar a una herrería de Vizcaya la elaboración de un artificio de similares características a las actuales. El fabriquero, responsable de la conservación del edificio, hizo constar las dificultades y peligros que entrañaba el transporte de “… un ingenio de 28 o 30 quintales en un bajel, debido a las tempestades y riesgo de corsarios…”

El incensario de plata fue robado por el ejército de Napoleón en 1809 y sustituido por uno de hierro que permaneció en funcionamiento hasta el año 1851, cuando el orfebre gallego José Losada creó otro de latón bañado en plata.

            El año 1971 la Hermandad de Alféreces Provisionales regaló a la Catedral un botafumeiro de plata, de 54 kg.; éste y el de 1851 son réplicas del robado por los franceses.

            Además del accidente producido ante la hija de los Reyes Católicos, Catalina de Aragón, el artefacto ha dado lugar a otros incidentes, siempre sin daños personales.

            Su movimiento pendular recorre los 65 metros de longitud del crucero. El incensario actual, de latón, pesa 53 kg. y en 80 segundos alcanza los 82º de amplitud máxima de arco, aproximándose hasta 0,5 m. de la bóveda, de 28,5 metros de altura. Lo manejan ocho personas, tiradores y tiraboleiros, cada una de las cuales tira de una de las ocho derivaciones que tiene la maroma principal de la que pende el botafumeiro.

            Víctor Hugo, en su colección de poemas Las orientales, dedica estos sencillos versos al botafumeiro:

Tiene un Santo Compostela
y el rey de los incensarios
que de nave a nave vuela.