El peregrino solía utilizar el vestido propio del viajero: calzado fuerte y cómodo, capa ni corta ni larga para no estorbar el movimiento de las piernas, una esclavina reforzada para protegerse de la lluvia y el frío; sombrero de fieltro de ala ancha levantada por delante y el bordón para apoyarse, defenderse de asaltantes y animales salvajes y hacer menos penoso el paso de los obstáculos naturales; la calabaza para el agua, la esportilla, escarcela o saquillo donde recogían las limosnas y alimentos que recibían, y la venera o concha tradicional -cuando se escribe el Codex Calixtinus en el año 1160,la venera ya era el símbolo de los que habían peregrinado a Santiago-; otros utilizaban sayal, sujeto en la cintura con un cordón.

            El Codex Calixtinus hace una interesante precisión sobre las características del zurrón, esportilla, escarcela o saquillo del peregrino: debía ser pequeño y no tener cordones, con el fin de estar preparado “para dar y recibir”. En cuanto al bordón se consideraba símbolo de la Fe, apoyo del peregrino en su penoso caminar.

            En el romancero francés encontramos una descripción muy antigua y genuina del peregrino:

Des choses nécessaires

il fout être garni ;

A l´exemple des pères

n´être pas dèforuni

de bourdon, de mallette,

aussi d´un grand chapeau

et contre la tempête

avoir un bon manteau.

(…)

            Otra descripción del peregrino, Les chansons des pélerins de Saint Jacques:

La calabaza mi compañera,

mi bordón, mi compañero

la taberna me gobierna

y el hospital es mi mansión.

            El Arcipreste de Hita describe con detalle al peregrino:  

El viernes de indulgencias vistió una esclavina, 
gran sombrero redondo, muchas conchas marinas,
bordón lleno de imágenes, en él la palma fina,
esportilla y cuentos para rezar aínda.
Los zapatos redondos e bien sobresolados
gallofas e bodigos lleva condensados:
destas cosas romeros andan aparejados.
Deyuso del sobaco va la mejor alhaja,
calabaza bermeja más que pico de graja:
bien cabe una azumbre e más una miaja;
no andarían los romeros sin aquesta sofraja.

(…)

En el Codex Calixtinus se hace mención a la ceremonia de limpieza y purificación que llevaban a cabo al pasar por el lugar de Labacolla, ya próximo a Santiago. Pero aún tenían los peregrinos otra oportunidad de hacerlo en las inmediaciones de la Puerta del Paraíso, entrada norte de la Catedral, en el lugar conocido como Cruz dos farrapos, en el que también había una fuente. Allí los peregrinos desechaban sus ropas viejas y se aseaban antes de entrar en el lugar sagrado, de la misma forma que lo hacían en el río Jordán quienes peregrinaban a Jerusalén.