El Camino de Santiago es muchas cosas al mismo tiempo y también tiene un significado esencialmente diferente para cada persona que lo emprende. Podríamos decir, sintéticamente, que es símbolo de la unión de la Cristiandad y memoria viva del origen de Europa y su cultura. Las instituciones, públicas y privadas, españolas y extranjeras implicadas directa o indirectamente en el Camino, deberían tener presente su dimensión religiosa, espiritual, su verdadera esencia y razón de ser, para preservarlo y mantenerlo vivo, sin perjuicio de otras motivaciones con las que numerosas personas lo emprenden.

En él, los peregrinos disfrutan de tiempo, soledad, paz y silencio para la reflexión y la búsqueda de su yo, misión en la vida y compañeros que le acompañen en su existencia; afirmación de nuestro destino y resolución de dudas e incertidumbres; decisiones ante las diferentes encrucijadas que se nos presentan en la vida personal, familiar, social o profesional; y tantas otras ideas que vienen a la mente de cada caminante durante las muchas horas del diario caminar.

Así recoge el cancionero gallego esa búsqueda del Camino de la vida, que es el peregrinar[1]:

Voces daba un alma, voces daba que non vía;

iba cara Santiago i o camiño non sabía.

Oirola un caballero da cama donde dormía.

– ¿Pr´onde vas alma, tan sola, tan sola sin compañía?

-Iba cara Santiago i o camiño non sabía.

La emoción de saber que desde el siglo IX, antes que nosotros millones de seres humanos anónimos dejaron en él su huella –una huella efímera, hollada inmediatamente por otra tan anónima como la anterior-, su sacrificio, su esfuerzo, su afán, su espiritualidad, sus inquietudes y tantas otras vivencias, supone un acicate para continuar, pese a las dificultades que la naturaleza presenta al peregrino. Y esta reflexión es aplicable a ricos y pobres, santos y pecadores, humildes cristianos, criminales arrepentidos, nobles, soldados, obispos, clérigos, monjes y ermitaños, artesanos, trovadores y juglares, reyes, creyentes y no creyentes, aventureros, …


[1]  A ialma peregrina –recogido en Viana del Bollo-, en Romances populares gallegos, Alfonso Hervella Courel